Raíces distales
Cuando se nace en un lugar y se transita de inmediato en otro, puede surgir un sentimiento distal capaz de acompañarte durante gran parte de tu vida, y que sólo se resuelve estando bien atento. Cuando se nace en Córdoba (1963), nace también un estigma de reposo con sabor a siglos y rumor de calles estrechas y empedradas. Pero cuando se crece luego en un continente en miniatura con sabor a sal y rumor de olas suicidas que cumplen su destino acantiladamente, la fuerza es ya demasiado majestuosa. Canarias se hace aposento; poderosa, irreducible. Tuya.
Mi infancia fue abuelísimamente feliz y titatictablemente lenta. Pude soñar en colores leyendo en paz tebeos que luego dibujaba sobre una pizarra de rayas horizontales. Astérix, Carlitos, Pumby y Popeye fueron los hermanos que nunca tuve, y sus diálogos redondos los libros que no leí en aquel entonces. También Chony, mi perro setter de manchas negras, a quien azuzaba a las niñas que me gustaban (curiosa forma mía de mostrar interés…) y a los chicos mayores que abusaban de su edad. En navidad poníamos el belén con el soniquete del Gordo y al calor del brasero, cuyas virutas enrojecía removiendo el picón bajo las enaguas de la mesa. Pedíamos aserrín, buscábamos rocas de carbón, fabricamos árboles con trocitos de ramas insertadas entre rodajas de patata, y cursábamos el río machacando la platina del chocolate Elgorriaga. Y entonces aprovechaba para jugar a los indios cambiando los roles de las figuritas del pesebre. Intuí así que la imaginación sería compañera asible y fiel el resto de mis días.
San Borondón: Playa de las Canteras
Crecí entre las calles de Las Palmas de mi Gran Canaria, entre Salesianos, Pérez Galdós, Martín Freire, zapatillas de atletismo y amores rotos de adolescente viejo. Mi primer contacto poético fue con Machado, a quien encontré accesible pero cuya profundidad sólo aprecié lógicamente años más tarde; también con los “aguijidos y aguijadas” de Francisco Tarajano, cariñoso y buen maestro guanche de lengua y literatura. Luego vendría el ritmo de García Lorca, el verbo de Miguel Hernández, y estrofas sueltas de la generación del 98 y del 27. Me acerqué al lenguaje amoroso de Pedro Salinas y Luis Cernuda, al Cádiz de Alberti, y me impactó Dámaso al sentenciar en “insomnio” que Madrid era una capital con más de un millón de cadáveres. Las Canteras se convirtió en mi playa de rescate y de versos alados; mi isla donde yo –siempre- vivo. Grabé en mi ser su barra de corales y piedras verdinas que impide la entrada a los barcos capitanes, e inicié un maridaje con el mar cuyo compromiso no ha dejado de robustecerse.
Córdoba: Rumor de siglos
En 1981 regreso a la ciudad Omeya, a su rumor de siglos, caparazón de tejas rojas y encalado blanco. La Facultad de Filosofía y Letras, en pleno corazón judaico, me acogió temporalmente compartiendo estudios con los de Derecho, que finalicé cinco años después bajo el claustro de Puerta Nueva, con premio de Licenciatura. En 1987 inicio la carrera académica como Profesor Universitario. En 1991 obtengo el Doctorado, a cuyo estudio conceden premio extraordinario y el nacional del Ministerio de Trabajo. Pero el encorsetamiento de las leyes y su fagocitación anímica reactivaban mi necesidad de hacer eventuales paréntesis de rescate. Demasiada gramática clónica a fuer de pentagrámica. Comencé entonces a testar ológrafamente mis primeros sentimientos con poemas que iba guardando en una carpeta azul desteñida y que, a veces, enviaba a algún destinatario. Me recreé en Neruda, descubrí a Benedetti, y me dejé influenciar todo lo posible, y más, por Ángel González.
Voces y palabras fiduciarias
En 1995 hice una incursión operística en el Coro del Gran Teatro. Nabucco, La Hija del Regimiento o Cecilia Valdés me descubrieron nuevos registros, pero supe pronto de mi necesidad por una música mía e inmediata. En 1997 publiqué mi primer libro: “Historias y Lugares” (Editorial Plurabelle), en realidad un rito iniciático como escritor y un esfuerzo de desnudez como aprendiz de poeta. También en ese año decido acompañarme en solitud autodidacta con la carrera de Sociología y, algo más tarde, con la de Ciencias Políticas, las cuales, una vez finalizadas, me ayudarían a comprender mejor el escenario de lo efímero y de lo perdurable. En 2003 publico el poemario “Trazos de Aire” (Editorial Anna Livia) retomando el objetivo de acompañar el lenguaje literario con mensajes visuales, pictóricos e incluso fotográficos, en un intento de hacer del libro un poco algo más que palabras escritas. A raíz de ahí contacto con el escenario literario y poético de Córdoba, con su riqueza plural y mezcla de particularidades heredadas.
A "Trazos" le siguieron "El Reino de la Acracia" (Colección "Las Uvas de la Viña" –nº2- Córdoba, 2005), el compilatorio "Tres poemas" (2006), así como algunos recitales poéticos y musicales en escenarios de dicha capital y en Las Palmas (v.gr. "Timplísimo", Jazz Café).
En 2007 publico “Sistema de contingencias” (Editorial Almuzara, reeditado y ampliado años más tarde por la Editorial Reus), esto es, un meta-relato corrosivo sobre los efectos del desamor escenificado en un hospital imaginario donde los pacientes ingresan para sanarse de una circularidad fáustica y recurrente. En el 2008 me acredito como Catedrático de Universidad, también intervengo por primera vez en Cosmopoética, paréntesis vital autojustificativo entre un caudal de trabajos y hojarascas profesionales que derrubian un tiempo siempre provisorio.
Durante este tiempo, empiezo a colaborar en Antologías Poéticas, Recopilatorios y en propuestas variadas que van dejando una estela de retazos literarios dentro y fuera de Córdoba.
En el 2011 publico el poemario "Coeficiente de Asociación", acompañado de un CD anexo al propio libro con recitación personal de los poemas y melodías de Larry Louis, así como de un DVD con cuatro montajes en video performativos de sus fragmentos (con guión personal y elaboración magistral de mis Habaneros Ateigh Design).
En el 2012 vuelvo a intervenir en Cosmopoética, y en el 2015 ve por fin la luz un proyecto novedoso: La "Guía Literaria por Córdoba". Acompañado de un excelente grupo de poetas y novelistas, el libro traza 6 rutas alrededor de 50 lugares emblemáticos de una ciudad-imán, rumor de siglos, donde la belleza pulula en mayestático. La última apuesta, "El Eco del Bambú" (Ed. Berenice, Almuzara, 2018) vuelve a ser un intento innovador en una época clónica de ruido repetible y tímpanos todólogos.
Hoy mantengo, en fin, proyectos literarios de oxígeno fresco, cuidándolos; espaciados en el tiempo. Y si no los invento cuando puedo y deben; "natura naturante y naturada", para no desaparecer(me).